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Catalina Aguilera estudiante de Educación Parvularia y su experiencia de voluntariado en Brasil

Catalina Aguilera estudiante de Educación Parvularia y su experiencia de voluntariado en Brasil

Catalina Aguilera, estudiante de cuarto año de Educación Parvularia en la PUCV, participó de un voluntariado en la comunidad de Natales, en Rio Grande Do Norte, al norte de Brasil, desde el 5 de enero hasta el 28 de febrero,con la organización AIESEC, que busca desarrollar el liderazgo en los jóvenes, mientras se trabaja con comunidades en situación de vulnerabilidad.

Conversamos con Catalina y nos compartió detalles de esta experiencia:

¿Cómo supiste del voluntariado?

En el ramo de ética vinieron a dar una charla, empezaron a hablar de voluntario y cuando escuché esa palabra hice click, entonces me anoté en una hoja. Pasaron como cuatro días y me llamaron, me peguntaron si podía tener una reunión y dije que sí. Cuando llegué me explicaron bien lo que era. AIESEC es una organización que busca generar liderazgo en los jóvenes, a través, de voluntariados internacionales, entonces te abre las puertas para tener un intercambio cultural.

Después me dijeron que su foco eran los 17 enfoques que tiene la ONU  y dentro de estos hay uno de educación que es el de educación de calidad e igual para todos.  Entonces le pregunté que cómo se hacía para postular y me respondió que  ellos te mandan proyectos que te interesan y decides. Le dije que quería un proyecto de educación con niños. El joven que me entrevistó ese mismo día en la noche me mandó todos los proyectos relacionados, me envío en Argentina, Perú, Bolivia y Brasil.

¿Qué fue lo que te motivó a hacer el voluntariado?

Mi foco inicial era saber cómo aprendían los niños en otros lugares del mundo.

¿Se cumplió tu expectativa?

Sí.  A nosotros nos enseñan en la PUCV que a los niños hay que educarlos a través del juego y los sentidos. Pero siempre tuve la duda si es que todos eran iguales… cuando llegué a Brasil no conocía su idioma y tenía que  buscar formas de comunicarme con ellos para que me entendieran.

A veces, les decía -¡Tráiganme una silla! -Y ellos me miraban como diciendo – qué estás hablando-.  Entonces, usaba las palabras básicas.  Todo lo hacía a través de actividades o películas, intentaba fuera muy visual, que se hicieran su propio aprendizaje y ahí pensé que era lo mismo que me enseñaron en la Universidad. ¡Sí, es verdad que el niño así aprende!

Una vez pasamos los derechos y lo primero que les pedí que escribieran o dibujaran, para los que no sabían escribir, porque era una zona muy vulnerable, cuáles creían que eran sus derechos y deberes, después vimos películas sobre el tema, llevamos a los papás, hicimos actividades con disfraces, muchas cosas para que ellos representaran cuales eran sus derechos y así lo aprendieron.

Eso me marcó mucho. Todavía tengo contacto con la gente de allá,  ver que te digan que los niños están yendo  al colegio y se acuerdan cuando les enseñamos tal cosa, o que un niño, le diga a la profesora que yo le enseñé que la educación era para todos, entonces él hizo que a su hermano más pequeñito lo ingresaran al colegio, uno se siente plena.

¿Hay alguna experiencia que destaques?

Sí, el trabajo que uno puede hacer con los niños cuando tienen tanta vulnerabilidad, el entregarles cariño. Estaba en un sector en Vila do Ponta Negra, que era parecido a una favela, y me acuerdo que un día una niñita- tenía cuatro o cinco años- nos contó que su hermana se había muerto, porque el tío la había violado…Es fuerte.

Cuando una niña te dice eso (…) es un shock. De ahí fue  un reafirmar que teníamos que hacer algo por esos niños, que necesitaban cariño, protección, de todo. Después de eso no solo nos enfocamos en nuestras actividades de la enseñanza, sino que hacíamos cosas donde nos conociéramos, hiciéramos lazos, donde ellos supieran que llegando a ahí iban a estar protegidos, que si les pasaba algo nos tenían que decir, que sintieran que ese lugar les iba a dar respuestas a sus problemas.

¿Sentiste que reafirmaste tu vocación como docente?

Sí, mucho. Ahora estoy más feliz. Llegué más entusiasmada con mi carrera.

¿Piensas que la Universidad te ha dado las herramientas necesarias para poder desarrollarte?

Sí, hay muchos profes que son muy buenos en Educación Parvularia. Cada vez que pensaba en cómo enseñar algo me acordaba de estos profes.

Tenía niños que no sabían leer ni escribir y cuando terminó el voluntariado, después de dos meses, podían escribir su nombre y cosas básicas. Eso para mí fue enriquecedor. Me traje un dibujo de una de las niñas que no escribía y que al final me hizo una carta. Lloraba, porque no me quería venir. Entonces, sí usé todas las cosas que nos han enseñado en la PUCV.

Siento que tenemos profes muy potentes, por ejemplo, me enfocaba en el ramo que tenemos con la profesora Carla Muñoz, su asignatura me sirvió mucho allá.  La profe Carola que ve todo lo del trabajo en comunidad y familia. Cada vez que pensaba en algo, en mi mente lo trataba de vincular con la familia… Me acordaba de ella y de todos sus tips. Me dieron ganas de  volver a la universidad y decirles que las recordé, porque me ayudaron a enseñarles a los niños.

¿Cómo fue el regreso?

Triste, fueron dos meses intensos, no quería volver. Uno se acostumbra a la gente, me encariñé mucho, porque familias voluntarias te acogen, llegas a un núcleo, entonces después no me quería ir, quería ver a la mía, pero no dejarlos a ellos. Todavía me llaman, hacemos video llamadas, y ahora sí puedo hablar en portugués (entre risas).

¿Qué consejo les darías a las personas que no saben de estas oportunidades?

Que a veces es bueno investigar sobre organizaciones que hacen voluntariados, porque es una oportunidad súper rica, no solo porque ayudó a mi formación en la carrera, también es valórica. Te abre muchas posibilidades, conocer otra cultura, no solo la de Brasil, sino la de los otros voluntarios. Compartí con argentinos, bolivianos, peruanos mexicanos, colombianos. Te das cuenta de las realidades de otros países.

Por Sofía Merino